Tengo el corazon apuntalado
para que ninguna felicidad de hoja otoñal pueda moverlo de su sitio
pero hay cosas que lo rebasan.
A veces
el mundo solo se trata de saber reconocer
cuando el azar se inclina a nuestro favor y no llamarlo suerte.
Hace algunos fines de semana convencí a una chica hermosa de acompañarme a bailar (si, yo quería bailar), recuerdo haber pasado al menos dos semanas ensayando algunos pasos antes de invitarla. Al final accedío y yo no tenía dinero, no suficiente. Las entradas del lugar las gané de algun modo en internet y el resto debía correr por mi cuenta. Al final logre juntar mas de lo que realmente necesitaba.
Sospecho que no hemos perdido del todo nuestra parte animal, muchos chicos les dan a las mujeres cosas inutiles y llenan de significado objetos que frecuentemente no valen ni un carajo, como si ellas pudieran hacer un nido de hojas de papel con tinta y perfume, acolchonarlo con el relleno de osos de peluche que rien y asustan. Puede que incluso ellas mismas crean en esa farsa estupida que es la evolución burlandose de nuestra civilización, eso explicaría porque muchas eligen a quien les da mas hojas o peluches o loquesea.
Tomé el permiso tramposo
aun contra mis principios de locura
pero cedí a menos impulsos animales de los que quisiera
y bailé frente a esa chica con pasos excelentes
que mejoraron con cada trago de cerveza
no se si al final la impresione o no.
Peron
un par de horas mas tarde me descubrí en el espejrepitiendo mis pasos de baile
eran los movimientos de un mandril contento.
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