Que complicado es forjarse un habito, escribir todas las
noches antes de dormir para dormir
mejor, es difícil desligarse de la estúpida intelectualidad que lo dice todo
con una convicción lejana, como si nos viese desde fuera, como un marihuano
sentado en el parque describiendo a las hormigas que pasan a su lado. Dudo
mucho que escribir sea un don divino, pero si alguien me recordara algún pecado
ominoso y antiguo y me dijera que algún dios burlón me maldijo… eso si lo
creería. Escribir te desintegra por
dentro, imagina las letras lloviendo sobre el algodón de azúcar que te cubre el
alma. Las gotas cayendo con un morbo extraño, desfigurando la cubierta dulce y
reduciéndola a un despojo asqueroso que va cayendo como la piel de un enfermo
consumidor de krokodil, el algodón dulce y rosa termina en el suelo, tres o
cuatro tonos de rosa por encima del color original, pasa de su aspecto de nube
al de un montón de suciedad radioactiva. Y entonces sucede, si debajo de toda
la cubierta hay algo, será un alma desnuda y depilada entregada al mundo.
Puede que ahí este la gran dificultad de escribir. ¿Cómo
entregar esa parte de nuestro ser en que todos estamos solos todo el
tiempo? Ni siquiera nuestros culos
llegan a ser tan privados como eso. Si
en el fondo no hay nada, tampoco me quejaré de tener mi carne mental extendida
por el suelo, ardiendo con olor a parrillada. Mierda, ni siquiera soy tan
valiente como el viejo Asimov, que creía que editar era una perdida de tiempo y
publicaba libros con ideas tan buenas que al mundo le importa un carajo la calidad de su narrativa. Muchos de mis
escritos necesitan corrección, pero me niego a editarlos, es demasiado dolor
sentarme frente a mi mismo y decirme todo lo que anda mal en eso que se supone
que debería enorgullecerme. Primero la miel, luego el cuchillo dijo Bukowski.
Quizá quien necesita la corrección soy yo mismo.
Al mundo le sobra soledad, pero no tiempo. Quienes no
trabajan pasan el tiempo “preparándose” para tener un empleo mejor, pero el
precio es altísimo; cada mañana subo al metro que rebosa de gente, bajar las
escaleras viendo como todos se mueven y empujan es la visión de quien lanza
papas a la freidora. Todo burbujas furiosas, a punto de emprender un malviaje
mas en el malviaje de sus (de momento literalmente) apestosas vidas. Me uno a ellos en la danza ritual del
abordaje y por un momento me alegro de que la población esté decreciendo, un
momento que dura hasta que recuerdo que en unos treinta y cinco años seremos
una sociedad con mas ancianos que jóvenes. Entonces tendré que viajar con mis
huesos frágiles y quejumbrosos entre viejos de igual condición.
Me paro entre la gente y empujo como si la vida me fuera en
ello, a veces cuando la gente es demasiada no hace falta empujar, saltar es suficiente
, la marea te revuelca. La gente pasa todo ese tiempo molesta por la exposición
tan cercana a codos, axilas y pedos. Tranquilizarse es difícil en una situación
asi. Pero cuando estoy calmado y casi feliz recuerdo las palabras del abogado
Gonzo en “Miedo y asco en las vegas “–¡No!,
Mira lo que nos ha hecho Dios.”
Y me divierto un poco
viendo como la humanidad animal ha quedado reducida a eso. Los hombres
jariosos, ansiosos por algo de sexo, con gran frecuencia ansiando los traseros
que se les ponen enfrente. Me pone cachondo la idea de imaginar a las chicas pensando en ser fecundadas por
algún hombre trabajador, con manos y brazos fuertes y las excelentes posiciones
sexuales que uno podría practicar (posiciones en las que podrías terminar, ahí
mismo, pero con ropa y sin sexo si no tienes cuidado) los niños aburridos,
asfixiándose entre piernas gordas y culos pedorros, las amas de casa indignadas
con la vida. Ahora caminamos como vacas hacia un matadero en donde cada mañana
nos es Robada una porción de alma. Lo
odiamos, pero volvemos cada mañana, de cada semana. Duele vernos tan distantes
unos de otros, aun cuando podemos olisquear el olor animal de nuestros
compañeros de viaje. Me pregunto ¿Por qué nos ha hecho esto DIOS?
Y de pronto todo es claro. Claro y crudo. Y entonces recuerdo la legendaria respuesta de
Thompson, en el Gran Tiburón Rojo, viendo perdida toda su cocaína de alto
nivel.
“-Imbécil, eso lo has hecho tú.”
Mi conocimiento sobre poesía es malo, más bien, el conocimiento que tengo sobre todo tipo de arte es ínfimo, por ello, sin el intento de hacer una crítica constructiva y bien fundamentada sino únicamente como mera curiosidad de tus influencias, tengo pregunta: ¿Cualquier ser humano que intenta ser intento de escritor, a qué le debe otorgar más importancia, a la basta y en ocasiones hasta exorbitante acumulación de letras digeridas a través de esa interacción tan sublime luz-grafo-ojos o simplemente al hecho de vivir, de vivir la vida en su sentido más genuino, espiritual e intensamente experimentador? ...
ResponderEliminarVamos, tengo una inquietud, ojalá puedas resolverla ...
Saludos mi estimado Survivor Machine
ResponderEliminarA la hora de hacer poesía yo diría que lo mas pesado, lo verdaderamente importante es "enfocarte en lo que tienes ante ti" creo que una vida rutinaria mata la poesía, las circunstancias permanentes no afectan nuestro estado de animo. Creo que lo mejor, y no solo para la poesia es la experimentación. Refinarse un autor tras otro podría joderlo todo, el pensamiento se contamina cuando lees a otras personas, asi es muy dificil desarrollar estilo propio. A veces las palabras mas sencillas son las mejores para decir muchas cosas, (ya sabrás a que anciano borracho me refiero), dudo que algún autor no tenga influencias.
De lo que estoy seguro es que podríamos visitar algún bar para platicarlo mas detenidamente Y PONERNOS BIEN PEDOS!!