domingo, 9 de febrero de 2014

EL PERDEDOR (parte uno)






Antes yo era una buena persona, antes vivía en casa de mis padres, estudiaba letras en la universidad , practicaba esgrima los sábados y paseaba por el centro de la ciudad los domingos, casi siempre buscaba algún cine independiente en el que ver alguna película de arte, siempre me gustaron las tramas violentas, escenas bizarras y sangrientas, pero fuera de ese gusto sano y morboso nunca fui demasiado... digamos... maligno.

Luego termine la carrera, hace casi dos años que presente mi tesis sobre los grandes escritores de la literatura alemana clásica, con enfoque especial en Goethe,  en un examen profesional del que salí airoso con una mención honorifica, en cuanto termine la carrera mis padres me echaron de la casa, en realidad era algo que ya habíamos acordado desde años antes. Cuando deje la casa mi padre me entrego un robusto fajo de billetes que no quise ni contar, simplemente me guarde el dinero en una bolsa interior de la chamarra negra que llevaba y fui gastandolo hasta que comencé a verlo un poco escuálido, aun no precisamente delgado.

Con parte del dinero pague por adelantado un año de la renta de un departamento semi amueblado y medio cutre en la colonia Centro de la ciudad de México, cada que recibía dinero guardaba un poco hasta que juntaba suficiente para pagar otro mes por adelantado. La vida finalmente parecía haberse equilibrado, aligerado. Cada día me levantaba a la hora que me daba la gana, pero casi nunca antes de las ocho, salia cada tercer día a algún bar o un antro de la zona y follaba al menos una vez a la semana, casi siempre en los apartamentos de las chicas que conocía, luego regresaba con una sensación de triunfo en mi interior, a sentirme otra vez miserable entre mis libros , la laptop , la comida enlatada o recalentada o comprada del refrigerador (que ademas tiene siempre una cerveza grande en su interior) , los montones de ropa que crecen cuando la voy dejando por ahí tirada sin lavar, la poca ropa limpia que va quedando en los cajones y la televisión que desmadré de una patada el dia que una hermosa chica se fue enojada cuando le dije que no le daría dinero por acostarse conmigo, definitivamente no era una prostituta, solo necesitaba dinero, pero yo no le pedí que fuera al departamento, así que no le di nada.

 Pero después de un tiempo de estar apareciéndome continuamente en oficinas y altos edificios de vidrios de espejo, después de intentar conseguir una plaza de maestro de lectura, o de español o hasta de la estúpida materia de formación cívica y ética; estoy muy harto de intentarlo. El poco dinero que he estado obteniendo ha salido de cuentos cortos y a mi juicio aun muy mal escritos y sin suficiente chiste y/o estilo como para satisfacerme aunque por fortuna si para que sean comprados por alguna de las tres revistas a las que envió mi trabajo. Una vez hasta necesite pedirles a los editores de una de ellas que no publicaran un cuento titulado "El hombre que folló demasiado" porque otra revista lo publicó antes (claro que no les dije que la otra revista tenia mi cuento).






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